La recogida de castañas era antaño más que una parte del trabajo en el
campo. Era un modo de vida. Durante dos meses, la gente abandonaba sus
casas para irse a vivir al monte, en medio de los árboles de los que
iban sacando el fruto. Caídos los erizos, tocaba abrirlos para sacar las
castañas, que se ahumaban para ir liberándolas de la humedad dentro de
los sequeiros, unas construcciones de piedra en las que no solo
guardaban el fruto; también era su vivienda temporal. Por eso todas
tenían un diseño similar. Abajo, a la entrada, el espacio para dormir y
para guardar los aperos de labranza. Al fondo, tras una cubierta de
madera, el hogar y la cocina. En la parte alta, el secadero.
Una aldea de O Courel conserva importantes muestras de algunas de las tradiciones más características de la sierra La aldea de Mostaz, una típica población de la sierra de O Courel, ofrece importantes testimonios de la importancia de ha tenido el cultivo de la castaña en la vida tradicional de las comunidades rurales de la montaña lucense. En los alrededores del pueblo se encuentra verse uno de los los conjunto de sequeiros más notables de la zona. Los escasos vecinos que tiene hoy la localidad también conservan muestras de la tradición textil artesanal que caracterizó antaño a estas poblaciones. Cerca de Mostaz, por otra parte, puede verse una gruta de roca caliza que sirve como ejemplo de formación geológica característica de la sierra.
La aldea de Mostaz se ha visto muy afectada en los últimos tiempos por
el retroceso demográfico. Los 22 vecinos que tenía hace algunos años se
han reducido a sólo cinco en la actualidad. La agricultura y la cría de
ganado a pequeña escala eran tradicionalmente las bases económicas de la
población, además de la recogida de castañas, una actividad que tuvo
aquí gran importancia.El mejor testimonio de esta tradición local es un
conjunto de dieciséis sequeiros que forman una especie de pequeño
poblado en los alrededores de la localidad. Las construcciones están hoy
abandonadas, ya que en Mostaz no queda gente suficiente para ocuparse
del laborioso proceso del secado de las castañas, en el que antaño
participaba la mayoría de los vecinos, turnándose para mantener el fuego
y remover los frutos. La faena empezaba al rayar el día y duraba a
veces hasta la una de la madrugada. La campaña duraba de quince a
veinte días.Hace unos tres años que se secaron por última vez las
castañas al modo tradicional en estas construcciones. El estado de
conservación de los sequeiros es aún bastante bueno, aunque la maleza
empieza a invadir el camino de acceso al lugar donde se encuentran. Las
edificaciones se hallan situadas a distintos niveles en la ladera del
monte y están unidas por un camino empedrado.La aldea está ubicada en
una franja de roca caliza, un material con el que fueron construidas la
mayoría de las viviendas.
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